Cuando un alumno entra en la Universidad todavía no está formado a nivel personal y se pretende que llegue a un estado de maduración en 4 años.
El alumno cree que la Universidad le otorgará ese estado de maduración por los estudios que realiza y considera que la finalidad última es tener un buen trabajo, no obstante, un amplio un amplio porcentaje de alumnos que concluyen la Universidad no se sienten auto-realizados.
Los alumnos han aprendido a expandir su Inteligencia Racional y logran desplegar gran cantidad de recursos estratégicos para encontrar ideas productivas que respondan sus necesidades de desarrollo. En múltiples ocasiones el alumno acaba no encontrando lo que busca.
Estas necesidades integran la satisfacción personal, un elemento totalmente vinculado a los sentires. Por consiguiente, es preciso entrenar la Inteligencia Emocional, para detectar cómo gestionar estos sentires y conseguir que el alumno se dirija a un correcto desarrollo personal.
Integrando y aplicando este conocimiento se consigue establecer una dirección adecuada al propósito de cada alumno, aportándole un camino innovador que le ayuda a conocer y a desarrollar sus preferencias personales y vincularlas a sus necesidades de realización personal.
Estamos ante un proceso lleno de nuevas informaciones impactantes para el estudiante, quien progresivamente se va contestando sus inquietudes y va construyendo con más dedicación e implicación su futuro profesional.
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