Después del parón navideño vuelvo a reemprender el blog para reflexionar acerca del desarrollo personal o profesional. Y lo hago de nuevo en el tren, ahora mismo llegando a la estación de Maçanet, a tres cuartos de camino entre Girona y Barcelona.

El viernes pasado tuve un maravilloso encuentro con mi abuelo. Tiene 91 años y, la verdad, es un hombre muy sabio. Desde hace algunos años que siento admiración cuando lo oigo hablar. Habla con la sabiduría que le ha dado la vida y con la que la misma vida le da.

Me acerqué a verle en su casa con una situación personal que desde hacía unos meses me incomodaba y me dispuse a conversarlo con él tras detectarla él mismo por teléfono.

Fijaros qué curiosa la conversación telefónica que sin más me dijo: «temo que te pase algo». Me pilló. Durante la conversación se limitó a restar todo tipo de importancia a lo ajeno de la vida y me vino a decir que cuando el cuerpo te cuesta llevarlo y pierde ligereza, los esfuerzos para desarrollar las actividades básicas de la vida diaria son grandes y costosos.

Todo el tiempo cambia de dimensión, ya que se tarda tanto en realizar todas seas actividades a diferencia de en los otros estadios evolutivos que cuando llega el poco tiempo libre se vive plenamente.

Me dijo «cuando tengo tiempo libre, que es poco, descarto todo aquello que no tenga que ver con la vida» y le pregunté «¿Y qué es eso que no tiene que ver con la vida?» y me dijo «tu vida es lo más importante, descarta todo aquello que te desenfoque de ella».

Cuando dijo esa frase vi como las estrellas, un knock out. La vida es muy amplia y yo me había dado cuenta de cómo me había despistado de ella mirando otras cosas y que lo único que hacían era quitar presencia y vida de mi vida.

Mi abuelo había sintetizado todos los procesos gestálticos y psicoespirituales que conocía. Me emocioné y lo abracé con un enorme sentimiento de gratitud.

Me fui de su casa, cogí la moto y me fui a Formaser. Durante el camino me sentía emocionado. Miraba a la vida enfocado en ella.