Honrar a los padres, honrar a la vida

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Desde hace tiempo que voy trabajando las relaciones parentales en mi proceso personal. Y uno se puede preguntar, ¿Para qué elaborar los padres?

Los padres son quienes nos dan la vida y son por quienes entramos en contacto con ella. No sólo es por ellos sino por todo lo ancestral que arrastran cada uno de ellos, a través de traspasos intergeneracionales y que contienen grandes cargas de información acerca de cómo se debe vivir en la vida.

Con lo cual, imaginaros la de informaciones interpretadas y reinterpretadas acerca de qué es la vida y de cómo es preciso vivirla para ser feliz.

Ese traspaso coge fuerza a partir de los 5 años donde los niños son capaces de procesar información. «No hagas esto, deja de hacer aquello, si haces esto de aquí te pasará esto, si lo haces de esta manera te saldrá bien» y así infinidad de sugerencias que parten de un poder muy básico como es el de unos padres a unos hijos.

Toda esta fase de adaptación es muy importante para el ser humano pues se consigue sobrevivir, mejor o peor ya depende del linaje ancestral. Sin embargo, pase lo que pase, en la mayoría de los seres humanos esa supervivencia se enquista y pasa a ser la razón de vida.

El proceso se inicia cuando el ser humano alcanza cierta madurez y autonomía. En ese momento las sugerencias quedan tan integradas en la psique que se convierten en respuestas automáticas y llegan a aparecer dos caminos ante ello: el enfrentarse a sí mismo o el conformarse sin más.

Si uno se enfrenta a esas sugerencias, ahora convertidas en automatismos, se encuentra como enfrentándose al traspaso amoroso que sus padres le han ofrecido y aparece un movimiento interno: la culpa en nombre de honrar a los padres.

Los nuevos movimientos desafían los linajes en muchas ocasiones (que van en dos direcciones: padre y madre) y son acompañados del miedo, la inseguridad, el desafío y la soledad ya que hay un alejamiento del legado.

Sin embargo, ese legado de sugerencias e incluso mandatos se realiza bajo el más puro amor, ya que todo ser humano desarrolla lo mejor que puede la misión de ser padre o madre y ante todo aquello que lleva consigo de su linaje (muy importante).

El problema es que el amor normalmente no es percibido cuando uno se pone a deshacer esos automatismos que le alejan de lo que uno realmente es y existe dentro de este proceso un momento de vacío de amor, que en tanto se traspase desharemos el enredo y conseguiremos enlazar todo aquello que somos con todo aquello que nos han dado. Ese es el sano legado.

Si conocemos, agradecemos y asumimos todo el amor que nuestros padres nos han dado desde sus dificultades, nos situaremos amorosamente ante ellos y encontraremos el sano legado que al integrarlo nos permitirá construir en la vida desde el corazón.

Honrando a los padres, honramos a la vida.

El autor/La autora

Miguel Martín

Llevo 15 años acompañando a personas y organizaciones en procesos de transformación y empoderamiento. He trabajado en estrecha relación con proyectos ligados al desarrollo social. Como director de Formaser, mi propósito es ayudar a construir espacios sostenibles de bienestar en el campo profesional.

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