Crónica de una cuarentena de Yoga Kundalini

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Es una sensación curiosa la que tengo después de haber acabado 40 días de Yoga Kundalini y es por ello que me gustaría escribir los momentos más importantes de este proceso, para que pueda servir a quienes os aventuréis en este profundo viaje interior: el cuerpo.

Tan sólo hacía tres meses que había empezado las clases de un Yoga que poco tenía que ver con lo que me habían explicado de otras disciplinas. Ya os digo, movimiento fuerte, rápido, ejercicios que ponen al límite el cuerpo, con respiraciones veloces y con grandes momentos de quietud.

Claro, mi cuerpo cada vez empezó a coger más conciencia y decidí, a sugerencia del maestro, empezar cuarenta días de 50 minutos de Yoga Kundalini, unidos a los 30 que ya ejercitaba de meditación. En total 1 hora y 20 minutos cada mañana, entre las 5 y las 7 horas. A todo ello, el proceso ha necesitado suprimir la carne, el alcohol y el tabaco (aunque yo no fumo).

Cuál ha sido mi sorpresa que lo que más me ha costado han sido los madrugones, sobretodo los del fin de semana y más aquellos en los que he salido con mis buenos amigos, llegando a casa a las 5am y realizando los ejercicios antes de dormir… (sólo fue una vez y bien os digo que no la olvidaré).

Ha sido un proceso progresivo, en los que mi perra Bola me miraba asombrada y extrañada. Ha sido una muy buena compañía y verla durmiendo ha sido muy bonito.

He contado con el apoyo de Anna, mi mujer. Ella ha sido pieza fundamental, pues al principio me daba ánimo a las 5:30h, 6h… «va que ya llevas 10 días… lo agradecerás») y al final siempre ha tenido una muestra de empuje que me ha ayudado mucho. Imagino que ahora agradecerá eso de que no la despierten 3 despertadores a esas horas (y más en sus vacaciones).

Y qué decir, varias etapas ha tenido este viaje en mi, cada vez que he sentido un cambio me he servido del Facebook para ir añadiéndolas (muchas gracias a todos cuanto me habéis apoyado).

Podría definir este proceso en una primera etapa, en la que me encontré bajando a un cuerpo abandonado (alimentación justa, ejercicio justo, descanso justo, cervezitas varias… y excesos pasados).

Ese fue un momento clave, me supuso bastante impacto ver cómo tenía cuidado mi cuerpo y me dirigí desde el perdón a darle el lugar adecuado. Hicimos las paces. Bonito momento, sí señor.

Otro momento fue el abrir nuevas puertas de entrada a mi proceso personal. El cuerpo me enseño ciertas vivencias que se habían quedado sin resolver. Aprendí entonces la sabiduría del cuerpo.

Más adelante pude aprender que el dolor no duele tanto como el sufrimiento. El dolor duele y ya está, aprendí a quedarme, gracias a este proceso corporal, en el dolor y respirarlo. En alguna ocasión llegué a descansar en él.

Y finalmente esa tercera semana. Cada día era como un día largo, nuevo, vivo… fueron unos seis o siete días maravillosos.

Todo finalizó en unos diez días de esfuerzo sostenido y con un nivel de percepción y conciencia bastante alta, donde en mi trabajo llegué a experimentar un nivel de atención muy interesante.

Sólo tengo palabras de agradecimiento por este gran regalo que me llevo: mi cuerpo. Os invito a experimentar el proceso, digno y sano para quien quiera alinearse consigo mismo, con la vida y con los demás.

Un abrazo a todos y a todas y… Sat Nam!!

PD: Volveré, estoy seguro de regresar a otra cuarentena. Ahora, a descansar.

El autor/La autora

Miguel Martín

Llevo 20 años acompañando a personas y organizaciones en procesos de transformación y empoderamiento. He trabajado en estrecha relación con proyectos ligados al desarrollo social. Como director de Formaser, mi propósito es ayudar a construir espacios sostenibles de bienestar en el campo profesional.

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